CDMX.- De acuerdo con una nueva investigación, los componentes bacterianos y no bacterianos del microbioma intestinal y su función pueden diferenciar con precisión a los niños con trastorno del espectro autista (TEA) de los niños neurotípicos.
El estudio, dirigido por Siew Ng, MBBS, PhD, del Microbiota I-Center (MagIC), la Universidad China de Hong Kong, fue publicado el pasado 8 de julio en Nature Microniology.
Se ha comprobado que el microbioma intestinal desempeña un papel central en la modulación del eje intestino-cerebro, influyendo potencialmente en el desarrollo del TEA.
A pesar de ello, la mayoría de los estudios sobre el trastorno del espectro autista se han centrado en el componente bacteriano de microbioma. Aún no está claro si los microorganismo no bacterianos (como las arqueas intestinales, los hongos y los virus) o la función del microbioma intestinal se vean alterados con el TEA.
Para descubrirlo, los investigadores llevaron a cabo una secuenciación metagenómica en muestras fecales de mil 627 niñas y niños de entre 1 a 13 años con y sin TEA de cinco cohortes en China.
Lo científicos identificaron: 14 arqueas, 51 bacterias, 7 hongos, 18 virus, 27 genes microbianos y 12 vías metabólicas que estaban alterados en niños con TEA.
Los modelos de aprendizaje automático que usan paneles de un solo reino (arqueas, bacterias, hongos, virus) consiguieron valores de área bajo la curva (AUC) que oscilaron entre 0,68 y 0,87 para diferenciar a los niños con TEA de los niños de control neurotípico.
Un modelo basado en un panel de 31 marcadores multirreino y funcionales logró un “alto nivel predictivo” para el TEA, alcanzando un AUC de 0,91, con un rendimiento comparable entre niños y niñas.
“El rendimiento reproducible de los modelos en diferentes edades, sexos y cohortes resalta su potencial como herramientas de diagnóstico prometedoras para el TEA”, establecen los investigadores en el estudio.
Asimismo, observaron que la presión del modelo dependía en gran medida de las vías de biosíntesis del ubiquinol-7 y el difosfato de tiamina, que eran menos abundantes en los niños con TEA y pueden servir como objetivos terapéuticos.
“Este estudio amplía nuestra comprensión al incluir hongos, arqueas y virus, donde los estudios anteriores se han centrado en gran medida en el papel de las bacterias intestinales en el autismo”, comentó Bhismadev Chakrabarti, PhD, director de investigación del Centro para el Autismo de la Universidad de Reading, Reino Unido, en una declaración del UK Science Media Centre, una organización sin fines de lucro.
“Los resultados coinciden en líneas generales con estudios anteriores que muestran una diversidad microbiana reducida en individuos autistas. También se examina una de las muestras más grandes observadas en un estudio como este, lo que refuerza aún más los resultados”, agregó Chakrabarti.
También comentó que esta investigación puede proporcionar “nuevas formas de detectar el autismo, si resulta que los marcadores microbianos fortalecen las capacidades de las pruebas genéticas y conductuales para detectar el autismo. Una plataforma futura que pueda combinar evaluaciones genéticas, microbianas y conductuales simples podría ayudar a abordar la brecha de detección”.
Se calcula que en todo el mundo, uno de cada 100 niños tiene trastorno del espectro autista y respecto a la brecha de detección, la prevalencia del TEA en muchos países de ingresos bajos y mediados se desconoce.
“Una limitación de estos datos es que no pueden evaluar ningún papel causal de la microbiota en el desarrollo del autismo”, señaló Chakrabarti.
A pesar de esta limitación, los hallazgos de este estudio son valiosos al proporcionar nuevos objetivos terapéuticos y poder contribuir al desarrollo de nuevas pruebas de diagnóstico para el TEA.
Uno por ciento de la población mundial padece trastorno del espectro autista